Cuando parecía que los Bravos de León se iban con las manos vacías ante unos aguerridos Piratas de Campeche, un nombre retumbó en cada rincón del Estadio Domingo Santana, Carlos Castro. El receptor venezolano se vistió de héroe al volarse la barda en la baja de la onceava entrada y dejar tendidos a los visitantes con un panorámico que cerró un juego de alarido con pizarra final de 8 a 7.

Carlos ya había dado señales de su noche inspirada desde la tercera entrada, cuando conectó un cuadrangular solitario para acortar distancias tras el estacazo de tres carreras de Connor Hollis. Sin embargo, su turno más valioso llegaría en el capítulo 11, luego de que la tropa del Bajío desperdiciara una casa llena en la décima. Esta vez, no perdonaron. Y el batazo de Castro fue más que un swing: fue una declaración de carácter y garra.
La película del juego tuvo de todo, en la novena, cuando el marcador estaba 5 a 7 a favor de los campechanos, Jimmy Kerrigan puso a vibrar las tribunas con un cuadrangular de dos carreras que mandó el duelo a entradas extras. Ahí también brilló el brazo de Daniel Cruz, quien contuvo a la ofensiva rival para mantener vivas las esperanzas.

Fue un duelo de toma y daca desde temprano, el debut de Collin Wiles como abridor, el aporte ofensivo de Sandber Pimentel con su tercer jonrón del año, y la resistencia del bullpen que, aunque sufrió, nunca se rompió, fueron piezas clave en esta victoria para el recuerdo.
Los Bravos viajarán para medirse ante los Olmecas de Tabasco, pero este juego, con la firma de un inspirado Carlos Castro, ya quedó tatuado en la memoria de la afición leonesa como una noche de esas que se cuentan dos veces.