Los Bravos de León se sacaron de la manga un rally de nueve carreras en la novena entrada que puso a vibrar a un Estadio Domingo Santana repleto de fe… y de drama. El espectáculo fue digno de película, batazos, emociones al tope y un regreso que parecía milagroso. Pero los Diablos Rojos del México, lejos de achicarse, sacaron el colmillo en extra innings y con cañonazos de José Rondón y Arístides Aquino, silenciaron a la fanaticada con una pizarra final de 14 a 12.
Es cierto que los Bravos acumulan ya su décima quinta derrota de la temporada, pero ¿quién puede negar que dieron pelea como auténticos guerreros? Esa novena entrada fue una locura, desde los jonrones de Alberth Martínez y Carlos Castro, hasta el ataque que sacudió al japonés Anraku y que también alcanzó al cerrador escarlata. Ahí estuvo el alma del béisbol, el de verdad, el que se juega con corazón.
Y es que si hablamos de ofensivas encendidas, los capitalinos también se pusieron las pilas. “El Haper” Gamboa se voló la barda dos veces, primero ante Lisalverto Bonilla y después frente a José Miguel Piña, mientras Robinson Canó y Aquino le ponían el sazón dominicano al juego. Una línea ardiente de Río Ruiz, el bombazo de Ornelas en la sexta y el “lucky seven” con rally incluido, encaminaron a los visitantes a lo que parecía un trámite… hasta que León se negó a morir.
A destacar también el doceavo tablazo de Aderlín Rodríguez y el aporte oportuno de Chicuate, Urrutia y compañía, quienes no dejaron de pelear hasta el último out. La entrada de la locura en la novena fue la cereza del pastel, aunque en el choque de lanzadores, Pedro García cargó con la derrota y Trevor Clifton terminó apagando el incendio.
Este domingo hay revancha, o al menos, el intento de salvar el honor. Adam Wolf sube al montículo por los Bravos, con la misión de que esta vez, el infierno no queme tan fuerte.
